Gato por liebre, artículo en Trama & Texturas 17

escrito el 26 de julio de 2012

Temas: editorial, formación, libro electrónico, tipos | 3 comentarios


 
Os cuelgo mi artículo aparecido en la revista Trama & Texturas número 17 (el último) el pasado mayo. Como podréis comprobar está basado en el artículo Control de calidad de libros electrónicos (para editores de todas las tallas) que escribí el pasado enero y que dio bastantes vueltas por el ciberespacio. Los editores y responsables de la revista me hacen llegar algunos comentarios recibidos, y en general se puede decir que ha tenido bastante impacto y ha generado polémica. No escondo críticas bastante directas a ciertas prácticas del sector, y me consta que algunos (iba a decir «profesionales», pero no sería la palabra más adecuada) se han sentido identificados e incluso molestos (aunque hay alguna errata expresamente para despistar un poco). Pero es lo que hay. Disfruten, si quieren, la lectura en abierto. Y si quieren disfrutar más, suscríbanse en el sitio web de la editorial, que es muy barata, y sale más que rentable (y no, no me llevo ni un duro ni de las antiguas ni de las futuras pesetas).

 

Gato por liebre

 

Cómo hemos perdido dos años en la edición digital.

 

Pues parece que sí, que algo estamos haciendo mal los editores. En los últimos meses multitud de sitios web personales se han llenando de quejas. Se quejan por varios motivos: porque no pueden abrir el libro que han comprado en su aparato (que compró por mucho dinero con la promesa de usarlo para leer); también porque sí puede abrirlo pero está lleno de errores tipográficos; e incluso porque directamente al libro le falta un trozo. ¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Cómo hemos sido capaces de depreciar tanto nuestro trabajo?

Podemos hablar de culpables, de interesados, de nombres, de apellidos e incluso de razones sociales, pero esto no nos ayudará en absoluto. Tenemos que decidir si lo que queremos es vender libros de calidad para que se valore nuestro trabajo como editores, o si, en cambio, queremos devaluar tanto nuestro producto que se ponga en duda nuestra tarea y finalmente se considere innecesaria.

Un editor que edita en papel y en digital nunca debería tratar uno de los formatos o soportes como subproducto del otro, pero actualmente la realidad es muy distinta. La clave está en el análisis de los controles de calidad a los que son sometidos uno u otro tipo de libros. No son los mismos ni se hacen de la misma forma, pero no deben descuidarse en ningún caso. Vamos a recordar y analizar paso por paso estos controles y la influencia que ejercen en la calidad técnica del libro final.

 

LOS CONTROLES DE CALIDAD DE LOS LIBROS ELECTRÓNICOS

PRIMER CONTROL: Epubcheck o equivalente

Es el control más sencillo y básico de todos y hay que llevarlo a cabo siempre en primer lugar. Este control consiste en chequear el ebook mediante unos pequeños programas o scripts de ordenador que realizan una serie de comprobaciones estructurales y de coherencia interna del archivo. Estas comprobaciones garantizan el cumplimiento de unos requisitos técnicos básicos según los estándares del formato.

Este pequeño y rapidísimo control, aunque parezca mentira, no lo pasan un número importante de libros que actualmente están a la venta, a pesar de que muchas plataformas y empresas distribuidoras de libros electrónicos lo exijan.

 

SEGUNDO CONTROL: Corrección tipográfica en el ordenador.

Consiste en comprobar que está todo el contenido, que se visualiza correctamente en la pantalla del ordenador y que no tiene errores tipográficos, es decir, que está todo lo que debe estar, donde debe estar y se ve como debe verse.

Este control, por absurdo y elemental que parezca, no lo pasan la mayoría de empresas editoras en la actualidad. En muchas ocasiones no lo miran en pantalla, o si lo hacen, no corrigen con suficiente profundidad.

Este es el punto clave donde un editor bien informado y uno mal informado (para ser suaves) diferencian su camino. Muchos editores están mal asesorados (abundan en demasía los asesores que no tienen ni idea del libro electrónico y se permiten el lujo de aconsejar e incluso de dar charlas en grandes eventos editoriales con información errónea y falsa), poco informados, o simplemente que no les importa lo más mínimo el libro en cuestión. En ocasiones confunden los errores de diseño de la maqueta digital con limitaciones del formato, y cuando ven los problemas en la pantalla del ordenador los dejan pasar sin más (y probablemente repitiéndose para sus adentros lo malos y feos que son los ebooks y cómo pueden considerarse libros tales engendros). La realidad, en cambio, es muy distinta ya que una buena maqueta digital, con el texto compuesto por un profesional de la tipografía, tiene poquísimas limitaciones.

 

En este punto recuerdo irremediablemente el enorme chasco que me llevé al comprar en ebook la edición en castellano de mi novela favorita (no diré nombres, he dicho antes), editada por un muy grande grupo editorial español y escrita originalmente en inglés por un británico nacido en la India. A cada dos párrafos había, como mínimo, dos palabras pegadas. No era un libro barato (aunque no quiero entrar en el debate sobre el precio de los libros electrónicos), la venta se hacía a través de un sistema de protección anticopia que me dificultó enormemente el ponerlo en mi dispositivo de lectura electrónico (tuve que aplicarle un par de medicinas), y aun sabiendo de antemano que tendría estas limitaciones pagué por él (todo el mundo tiene novelas favoritas, ¿no?). Al encontrar tal cantidad de errores me pareció que el editor (ese muy grande, pero que mucho) me había engañado. Este editor, que sí pasó el primer control (porque la plataforma de venta le obligó), ni miró lo que ponía a la venta y antes de llegar a este segundo control de calidad se cansó, se aburrió o vete tú a saber.

 

TERCER CONTROL: Corrección tipográfica en los dispositivos de lectura.

En este paso se comprueban los mismos aspectos que en control anterior pero en los  ereaders.

Como no podemos comprar todos los aparatos compatibles, ni tendríamos el tiempo de comprobar en todos en esos aparatos los libros que vamos a publicar, tenemos que elegir las prioridades. Lo mejor sería disponer de dos o tres de los modelos que salen cada año y establecer un límite de antigüedad. Para escoger esos modelos tenemos que informarnos de las características técnicas y de los componentes que monta cada fabricante, ardua tarea, pero necesaria, ya que podemos tener 5 marcas que venden exactamente los mismos componentes con una carcasa de plástico diferente (y normalmente a precios muy diferentes). Vale la pena tener siempre alguno de los aparatos de gama más baja y alguno de gama media, puesto que suelen tener más limitaciones (de potencia de procesador, posibilidades tipográficas, firmware anticuado, etc.) que los de gama alta, cosa que nos interesa probar.

Muchos editores (demasiados) lo consideran inútil y prescindible. Ignoran así muchos de los problemas que los lectores de sus libros pueden encontrarse. Hay algunos modelos de Sony que no renderizan bien las íes mayúsculas con tilde a principio de titular (y eso es un fallo del fabricante, sí, pero esos modelos fueron los más vendidos en 2009, y como editores podemos evitar fácilmente este problema). Hay algunas marcas que los márgenes estáticos los convierten en márgenes proporcionales (y sin haberlo previsto, al cambiar el tamaño del cuerpo podemos encontrar márgenes exageradísimos, también podemos evitarlo). Existen multitud de problemas de este tipo que dan mala imagen a nuestro trabajo pero que pueden solucionarse.

 

CUARTO CONTROL: Limpieza de código.

El contenido y los estilos gráficos de un libro electrónico están definidos mediante unos lenguajes: XHTML (o HTML) y CSS. Este código es el contenido, aquello que hemos trabajado como editores hasta la saciedad, y si tenemos un código lleno de etiquetas inservibles, mal usadas y sin coherencia tendremos un contenido pobre.

Este paso requiere unos conocimientos que sí son nuevos en este sector, aunque relativamente. El texto etiquetado ya se usaba en las tarjetas perforadas de las máquinas fotocomponedoras (a lo largo de estos años, impartiendo clases de composición de libros electrónicos, el lenguaje etiquetado les resultó felizmente fácil a los que empezaron a componer textos con las máquinas de fotocomposición, a diferencia de los que aprendieron con programas de ordenador directamente).

Este control es, por dos motivos diferentes, muy importante (como los tres anteriores). En primer lugar por el lector, como siempre. Un libro con un código caótico, (lleno de etiquetas inservibles o evitables, con los nombres de los archivos internos largos o con caracteres con tildes, cejillas y demás, así como con espacios en blanco) genera una gran cantidad de problemas en aparatos con poco procesador (ya sean antiguos o recién salidos de fábrica) y aumenta sin razón el peso del archivo.

En segundo lugar por el editor. Ese código, a diferencia del archivo para imprenta, es el contenido en estado bruto, etiquetado por estilos, reutilizable, corregible directamente y otros etcéteras (habréis oído muy diferentes, muy importante ormato ideal para editar, almacenar y recuperar. Si no tenemos ese arhivo en estado  se usaba en hablar sobre la edición en XML, los flujos editoriales digitales y demás palabrotas…),es decir, es un contenido en un formato ideal para editar, almacenar y recuperar. Si no tenemos ese archivo en óptimas condiciones estaremos malgastando el tiempo y dinero invertido. En definitiva, lo bueno que tiene la edición digital no lo estaremos aprovechando.

 
Una vez enumerados ya los controles de calidad específicos de la edición digital centrados en los aspectos de producción (aquí no entran las correcciones ortográficas, ni de estilo, por ejemplo), toca analizar el uso que se hace de ellos. Sin que se le pueda dar mucha fiabilidad, con todas las limitaciones evidentes, me permití el lujo de contactar con unas pocas editoriales conocidas, de todas las tallas de facturación, para estudiar los controles de calidad a los que someten sus libros electrónicos, basándome en estos 4 puntos básicos, y el resultado fue decepcionante. En estas editoriales se incluyen dos de las tres grandes, una de mediana, varias de pequeñas y unas pocas de minúsculas, con lo que creo que se puede extrapolar sin que un sociólogo o analista me corte demasiadas veces la cabeza. El resultado fue que solo una editorial pasaba los cuatro controles de calidad, una de tamaño minúsculo. Por suerte ninguna de ellas se saltaba todos, aunque una de las medianas hacía muy pocos meses que había empezado a aplicar dichos controles. Una de las grandes únicamente pasaba los dos primeros desde hacía unos pocos meses, anteriormente solo pasaba el primero. La mayoría aplicaban los dos primeros controles de calidad y el tercero a medias, corrigen sobre un solo aparato (que es totalmente insuficiente, además en la mayoría de casos este único aparato es un iPad, que no sigue los estándares y/o recomendaciones habituales). Y dos, justamente minúsculas, solo aplicaban el primer control de calidad.

Aproveché para preguntar a las de más confianza sobre quién las había guiado en la toma de decisiones de ese tipo. Todas excepto una respondieron que se basaban en las recomendaciones que les hacían desde su plataforma de distribución de ebooks y en los cursos que habían hecho en sus sedes editoriales o en las aulas de los gremios de editores correspondientes. Con lo que se impone una seria reflexión sobre el papel de estas empresas distribuidoras y de las que forman a los editores en esto de la edición digital.
 
Vamos primero a los intereses de las primeras, las grandes plataformas de distribución y/o venta de libros electrónicos. Tienen un primer interés evidente por conseguir el máximo número de contenidos, a cualquier precio, su objetivo se marca en ventas, y para ser relevantes necesitan poder disponer del catálogo más amplio posible de libros. Eso es más importante que la calidad técnica de esos libros, pues a más controles de calidad, más lentitud de producción, más coste para las editoriales y, en definitiva, peor para ellos. Por lo tanto, su interés está en poner en libros circulación, aunque estén plagados de errores. Otro interés, en este caso más limitado a un tipo concreto de estas plataformas, está en el hecho de bajar la calidad media de los libros, pues su punto fuerte y sus ganancias están en la autoedición o la producción propia de contenidos. Les  interesa que las editoriales sean vistas como intermediarios evitables, y si su trabajo está devaluado, tienen la excusa perfecta ante el lector y toda la industria cultural. Esta es una de las razones por las que debería importarnos nuestro trabajo con los libros electrónicos y, sobre todo, en aquellos puntos que afectan directamente a la percepción que tienen los lectores de este trabajo.

Después hay otros intereses, los de los grandes y no tan grandes centros y empresas de formación que suelen campar a sus anchas en gremios y/o departamentos de recursos humanos de grandes editores. Los cursos que organizan estas empresas plantean un montón de problemas que mágicamente se solucionan con un cheque por delante con más cursos de formación igualmente inútiles o mediante caras sesiones de asesoría y coaching editorial, o con la contratación de los propios servicios de producción editorial.

Inexplicablemente, en el mundo de la edición digital, el auge e importancia (y cuenta de resultados) de empresas y personajes de este tipo ha crecido de manera espectacular ante el tsunami que a supuesto la irrupción a trompicones del libro digital en nuestro país. Se han colado en eventos de gran importancia para el sector (incluso alguna se ha permitido el lujo de desviar impunemente dinero destinado a la innovación en el sector para crear eventos a su medida). Este crecimiento va acompañado de la irrupción de otros actores en campos más técnicos del sector, pero esto no es el tema de este artículo.

 
En definitiva, que llevamos ya dos años totalmente perdidos en lo que a edición digital se refiere, por culpa de malas políticas editoriales frente a este fenómeno, que han comprado el discurso que les permitía gastar menos neuronas pero más dinero. En pocos años, si las editoriales siguen existiendo, nos daremos cuenta de ello, y toda la enorme inversión hecha hasta el momento habrá sido en vano, con la imagen pública por los suelos y con las cuentas de resultados en la línea de las actuales: dramáticas. Aún estamos a tiempo de cambiar las cosas, pero tenemos que frenar, poner una marcha más corta, y mirar bien por donde circulamos, y si nos podemos permitir poner la marcha atrás y empezar el camino de nuevo, debemos hacerlo, ya que tarde o temprano nos encontraremos allí queramos o no.