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¿Editor o «publicador»?

escrito el 23 de agosto de 2012

Temas: semántica | 3 comentarios

 

La jerga de nuestro sector, con la irrupción de neotecnólogos y otros perfiles ajenos, está gravemente afectada GBP/USD. Y la generalización de palabras técnicas en sectores «profanos» ha provocado un colapso ya imposible de parar. Pero eso es otro tema.

 

En realidad quiero hablar de una palabra de uso habitual, generalizado y consensuado: la palabra «editor». Pues —como explicaré más adelante— creo que necesita una actualización a fondo y una solución más acorde con nuestros tiempos, y los que están por venir.

Según el Diccionario de la RAE:

 

editor, ra. (Del lat. edĭtor, -ōris).

1. adj. Que edita.

2. adj. Inform. Dicho de un programa: Que permite redactar, corregir, archivar, etc., textos registrados en ficheros de símbolos. U. t. c. s. m.

3. m. y f. Persona que publica por medio de la imprenta u otro procedimiento una obra, ajena por lo regular, un periódico, un disco, etc., multiplicando los ejemplares.

4. m. y f. Persona que edita o adapta un texto.

 

Centrándonos en los sustantivos, tenemos dos acepciones bastante diferenciadas: «Persona que publica por medio de la imprenta u otro procedimiento una obra, ajena por lo regular, un periódico, un disco, etc., multiplicando los ejemplares.» y «Persona que edita o adapta un texto.». Resumiendo, el editor publica y edita. En el DEAIG («Diccionario Enciclopédico de las Artes e Industrias Gráficas», de Euniciano Martín et al., libro que no debería faltar, juntamente con «La composición en Artes Gráficas», en ninguna estantería de consulta de ningún editor de mesa):

 

editor. Empresario cuyo campo de actividad comercial e industrial es la publicación de libros, diarios, revistas, etc. La figura jurídica del editor es distinta de la del impresor aun en el caso de que las respectivas actividades sean desempeñadas por una misma persona. || En el periodismo anglosajón el vocablo y el cargo de editor tienen un sentido bastante diverso, particularmente en los Estados Unidos, donde equivale aproximadamente a nuestro jefe de redacción de un diario o revista; él es quien selecciona el material para la publicación Comprar OmiseGo en Argentina. [...]

 

Lo que me interesa de esta definición es la comparación con el inglés, aunque lo hace en el periodismo y no en la edición de libros. La verdad es que en el sector editorial pasa exactamente lo mismo, en inglés editor no es exactamente equivalente a nuestro «editor». En inglés usan dos palabras para las dos actividades que antes hemos resumido que hace un editor (editar y publicar). Editor en inglés es el que edita un texto para que el publisher lo publique. Una empresa editorial en inglés es un publisher que tiene editors contratados para prepararles los textos. Esta diferencia (me permitirán recalcar que me gusta más la solución anglosajona) hace mucho más fácil para el público general conocer el trabajo de un editor. Pero además estamos llegando a un momento en el que el trabajo de un editor y un publisher se está separando cada vez más. En tiempos de externalización, de grandes marcas que publican, de grandes publishers cada vez mayores, el trabajo del editor es cada vez más solitario, más externo y, en definitiva, más lejano al publisher. Lejos quedan ya las grandes editoriales con amplios equipos de editors en plantilla. Hoy cada vez más editors trabajan como autónomos (demasiadas veces como falsos autónomos).

 

Expongo entonces la necesidad de separar ambas actividades (la de editar y la de publicar) en dos palabras, igual que hacen en inglés. Tampoco tenemos que buscar mucho, ni inventar palabras o cambiarles el significado. Creo que simplemente necesitamos generalizar el uso de una palabra específica para el que publica. Y esa palabra ya existe, según el DRAE:

 

publicador, ra. (Del lat. publicātor, -ōris).

adj. Que publica. U. t. c. s.

 

Mi reflexión se transforma pues en propuesta: empezemos a usar «publicador» con el mismo significado que publisher y limitemos el significado de «editor» al mismo que tiene editor en inglés. Es decir convertir «publicador» en un sustantivo que defina un perfil profesional concreto.

 

Esto tiene especial importancia en un fenómeno que, aunque realmente no tiene nada de nuevo ni está en auge ni nada parecido, se oye en todos lados y crece su nombre como la espuma (es decir en forma de burbuja): lo que en inglés llaman self-publishing y en castellano (segun mi propuesta) deberíamos dejar de llamar «autoedición» para llamarlo «autopublicación». Es un caso importante ya que deja mucho más claro el proceso al que los libros autopublicados son sometidos, es decir que no se editan, se publican Comprar OmiseGo.

Aunque como en todos lados hay excepciones, José Martínez de Sousa nos explicó en una charla reciente para la ACETT que él mismo se encarga de todo el proceso de edición de sus libros (con algunas ayudas) y manda el libro listo para publicar a su «publicador». Éste es el único caso de autor autoeditado y no autopublicado que conozco.

 

De paso esto debe servir para dignificar la figura del editor (con este nuevo significado), frente a la oleada de publicadores que maltratan constantemente el sector aprovechando la confusión semántica.


Gato por liebre, artículo en Trama & Texturas 17

escrito el 26 de julio de 2012

Temas: editorial, formación, libro electrónico, tipos | 3 comentarios


 
Os cuelgo mi artículo aparecido en la revista Trama & Texturas número 17 (el último) el pasado mayo. Como podréis comprobar está basado en el artículo Control de calidad de libros electrónicos (para editores de todas las tallas) que escribí el pasado enero y que dio bastantes vueltas por el ciberespacio. Los editores y responsables de la revista me hacen llegar algunos comentarios recibidos, y en general se puede decir que ha tenido bastante impacto y ha generado polémica. No escondo críticas bastante directas a ciertas prácticas del sector, y me consta que algunos (iba a decir «profesionales», pero no sería la palabra más adecuada) se han sentido identificados e incluso molestos (aunque hay alguna errata expresamente para despistar un poco). Pero es lo que hay. Disfruten, si quieren, la lectura en abierto. Y si quieren disfrutar más, suscríbanse en el sitio web de la editorial, que es muy barata, y sale más que rentable (y no, no me llevo ni un duro ni de las antiguas ni de las futuras pesetas).

 

Gato por liebre

 

Cómo hemos perdido dos años en la edición digital.

 

Pues parece que sí, que algo estamos haciendo mal los editores. En los últimos meses multitud de sitios web personales se han llenando de quejas. Se quejan por varios motivos: porque no pueden abrir el libro que han comprado en su aparato (que compró por mucho dinero con la promesa de usarlo para leer); también porque sí puede abrirlo pero está lleno de errores tipográficos; e incluso porque directamente al libro le falta un trozo. ¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Cómo hemos sido capaces de depreciar tanto nuestro trabajo?

Podemos hablar de culpables, de interesados, de nombres, de apellidos e incluso de razones sociales, pero esto no nos ayudará en absoluto. Tenemos que decidir si lo que queremos es vender libros de calidad para que se valore nuestro trabajo como editores, o si, en cambio, queremos devaluar tanto nuestro producto que se ponga en duda nuestra tarea y finalmente se considere innecesaria.

Un editor que edita en papel y en digital nunca debería tratar uno de los formatos o soportes como subproducto del otro, pero actualmente la realidad es muy distinta. La clave está en el análisis de los controles de calidad a los que son sometidos uno u otro tipo de libros. No son los mismos ni se hacen de la misma forma, pero no deben descuidarse en ningún caso. Vamos a recordar y analizar paso por paso estos controles y la influencia que ejercen en la calidad técnica del libro final.

 

LOS CONTROLES DE CALIDAD DE LOS LIBROS ELECTRÓNICOS

PRIMER CONTROL: Epubcheck o equivalente

Es el control más sencillo y básico de todos y hay que llevarlo a cabo siempre en primer lugar. Este control consiste en chequear el ebook mediante unos pequeños programas o scripts de ordenador que realizan una serie de comprobaciones estructurales y de coherencia interna del archivo. Estas comprobaciones garantizan el cumplimiento de unos requisitos técnicos básicos según los estándares del formato.

Este pequeño y rapidísimo control, aunque parezca mentira, no lo pasan un número importante de libros que actualmente están a la venta, a pesar de que muchas plataformas y empresas distribuidoras de libros electrónicos lo exijan.

 

SEGUNDO CONTROL: Corrección tipográfica en el ordenador.

Consiste en comprobar que está todo el contenido, que se visualiza correctamente en la pantalla del ordenador y que no tiene errores tipográficos, es decir, que está todo lo que debe estar, donde debe estar y se ve como debe verse.

Este control, por absurdo y elemental que parezca, no lo pasan la mayoría de empresas editoras en la actualidad. En muchas ocasiones no lo miran en pantalla, o si lo hacen, no corrigen con suficiente profundidad.

Este es el punto clave donde un editor bien informado y uno mal informado (para ser suaves) diferencian su camino. Muchos editores están mal asesorados (abundan en demasía los asesores que no tienen ni idea del libro electrónico y se permiten el lujo de aconsejar e incluso de dar charlas en grandes eventos editoriales con información errónea y falsa), poco informados, o simplemente que no les importa lo más mínimo el libro en cuestión. En ocasiones confunden los errores de diseño de la maqueta digital con limitaciones del formato, y cuando ven los problemas en la pantalla del ordenador los dejan pasar sin más (y probablemente repitiéndose para sus adentros lo malos y feos que son los ebooks y cómo pueden considerarse libros tales engendros). La realidad, en cambio, es muy distinta ya que una buena maqueta digital, con el texto compuesto por un profesional de la tipografía, tiene poquísimas limitaciones.

 

En este punto recuerdo irremediablemente el enorme chasco que me llevé al comprar en ebook la edición en castellano de mi novela favorita (no diré nombres, he dicho antes), editada por un muy grande grupo editorial español y escrita originalmente en inglés por un británico nacido en la India. A cada dos párrafos había, como mínimo, dos palabras pegadas. No era un libro barato (aunque no quiero entrar en el debate sobre el precio de los libros electrónicos), la venta se hacía a través de un sistema de protección anticopia que me dificultó enormemente el ponerlo en mi dispositivo de lectura electrónico (tuve que aplicarle un par de medicinas), y aun sabiendo de antemano que tendría estas limitaciones pagué por él (todo el mundo tiene novelas favoritas, ¿no?). Al encontrar tal cantidad de errores me pareció que el editor (ese muy grande, pero que mucho) me había engañado. Este editor, que sí pasó el primer control (porque la plataforma de venta le obligó), ni miró lo que ponía a la venta y antes de llegar a este segundo control de calidad se cansó, se aburrió o vete tú a saber.

 

TERCER CONTROL: Corrección tipográfica en los dispositivos de lectura.

En este paso se comprueban los mismos aspectos que en control anterior pero en los  ereaders.

Como no podemos comprar todos los aparatos compatibles, ni tendríamos el tiempo de comprobar en todos en esos aparatos los libros que vamos a publicar, tenemos que elegir las prioridades. Lo mejor sería disponer de dos o tres de los modelos que salen cada año y establecer un límite de antigüedad. Para escoger esos modelos tenemos que informarnos de las características técnicas y de los componentes que monta cada fabricante, ardua tarea, pero necesaria, ya que podemos tener 5 marcas que venden exactamente los mismos componentes con una carcasa de plástico diferente (y normalmente a precios muy diferentes). Vale la pena tener siempre alguno de los aparatos de gama más baja y alguno de gama media, puesto que suelen tener más limitaciones (de potencia de procesador, posibilidades tipográficas, firmware anticuado, etc.) que los de gama alta, cosa que nos interesa probar.

Muchos editores (demasiados) lo consideran inútil y prescindible. Ignoran así muchos de los problemas que los lectores de sus libros pueden encontrarse. Hay algunos modelos de Sony que no renderizan bien las íes mayúsculas con tilde a principio de titular (y eso es un fallo del fabricante, sí, pero esos modelos fueron los más vendidos en 2009, y como editores podemos evitar fácilmente este problema). Hay algunas marcas que los márgenes estáticos los convierten en márgenes proporcionales (y sin haberlo previsto, al cambiar el tamaño del cuerpo podemos encontrar márgenes exageradísimos, también podemos evitarlo). Existen multitud de problemas de este tipo que dan mala imagen a nuestro trabajo pero que pueden solucionarse.

 

CUARTO CONTROL: Limpieza de código.

El contenido y los estilos gráficos de un libro electrónico están definidos mediante unos lenguajes: XHTML (o HTML) y CSS. Este código es el contenido, aquello que hemos trabajado como editores hasta la saciedad, y si tenemos un código lleno de etiquetas inservibles, mal usadas y sin coherencia tendremos un contenido pobre.

Este paso requiere unos conocimientos que sí son nuevos en este sector, aunque relativamente. El texto etiquetado ya se usaba en las tarjetas perforadas de las máquinas fotocomponedoras (a lo largo de estos años, impartiendo clases de composición de libros electrónicos, el lenguaje etiquetado les resultó felizmente fácil a los que empezaron a componer textos con las máquinas de fotocomposición, a diferencia de los que aprendieron con programas de ordenador directamente).

Este control es, por dos motivos diferentes, muy importante (como los tres anteriores). En primer lugar por el lector, como siempre. Un libro con un código caótico, (lleno de etiquetas inservibles o evitables, con los nombres de los archivos internos largos o con caracteres con tildes, cejillas y demás, así como con espacios en blanco) genera una gran cantidad de problemas en aparatos con poco procesador (ya sean antiguos o recién salidos de fábrica) y aumenta sin razón el peso del archivo.

En segundo lugar por el editor. Ese código, a diferencia del archivo para imprenta, es el contenido en estado bruto, etiquetado por estilos, reutilizable, corregible directamente y otros etcéteras (habréis oído muy diferentes, muy importante ormato ideal para editar, almacenar y recuperar. Si no tenemos ese arhivo en estado  se usaba en hablar sobre la edición en XML, los flujos editoriales digitales y demás palabrotas…),es decir, es un contenido en un formato ideal para editar, almacenar y recuperar. Si no tenemos ese archivo en óptimas condiciones estaremos malgastando el tiempo y dinero invertido. En definitiva, lo bueno que tiene la edición digital no lo estaremos aprovechando.

 
Una vez enumerados ya los controles de calidad específicos de la edición digital centrados en los aspectos de producción (aquí no entran las correcciones ortográficas, ni de estilo, por ejemplo), toca analizar el uso que se hace de ellos. Sin que se le pueda dar mucha fiabilidad, con todas las limitaciones evidentes, me permití el lujo de contactar con unas pocas editoriales conocidas, de todas las tallas de facturación, para estudiar los controles de calidad a los que someten sus libros electrónicos, basándome en estos 4 puntos básicos, y el resultado fue decepcionante. En estas editoriales se incluyen dos de las tres grandes, una de mediana, varias de pequeñas y unas pocas de minúsculas, con lo que creo que se puede extrapolar sin que un sociólogo o analista me corte demasiadas veces la cabeza. El resultado fue que solo una editorial pasaba los cuatro controles de calidad, una de tamaño minúsculo. Por suerte ninguna de ellas se saltaba todos, aunque una de las medianas hacía muy pocos meses que había empezado a aplicar dichos controles. Una de las grandes únicamente pasaba los dos primeros desde hacía unos pocos meses, anteriormente solo pasaba el primero. La mayoría aplicaban los dos primeros controles de calidad y el tercero a medias, corrigen sobre un solo aparato (que es totalmente insuficiente, además en la mayoría de casos este único aparato es un iPad, que no sigue los estándares y/o recomendaciones habituales). Y dos, justamente minúsculas, solo aplicaban el primer control de calidad.

Aproveché para preguntar a las de más confianza sobre quién las había guiado en la toma de decisiones de ese tipo. Todas excepto una respondieron que se basaban en las recomendaciones que les hacían desde su plataforma de distribución de ebooks y en los cursos que habían hecho en sus sedes editoriales o en las aulas de los gremios de editores correspondientes. Con lo que se impone una seria reflexión sobre el papel de estas empresas distribuidoras y de las que forman a los editores en esto de la edición digital.
 
Vamos primero a los intereses de las primeras, las grandes plataformas de distribución y/o venta de libros electrónicos. Tienen un primer interés evidente por conseguir el máximo número de contenidos, a cualquier precio, su objetivo se marca en ventas, y para ser relevantes necesitan poder disponer del catálogo más amplio posible de libros. Eso es más importante que la calidad técnica de esos libros, pues a más controles de calidad, más lentitud de producción, más coste para las editoriales y, en definitiva, peor para ellos. Por lo tanto, su interés está en poner en libros circulación, aunque estén plagados de errores. Otro interés, en este caso más limitado a un tipo concreto de estas plataformas, está en el hecho de bajar la calidad media de los libros, pues su punto fuerte y sus ganancias están en la autoedición o la producción propia de contenidos. Les  interesa que las editoriales sean vistas como intermediarios evitables, y si su trabajo está devaluado, tienen la excusa perfecta ante el lector y toda la industria cultural. Esta es una de las razones por las que debería importarnos nuestro trabajo con los libros electrónicos y, sobre todo, en aquellos puntos que afectan directamente a la percepción que tienen los lectores de este trabajo.

Después hay otros intereses, los de los grandes y no tan grandes centros y empresas de formación que suelen campar a sus anchas en gremios y/o departamentos de recursos humanos de grandes editores. Los cursos que organizan estas empresas plantean un montón de problemas que mágicamente se solucionan con un cheque por delante con más cursos de formación igualmente inútiles o mediante caras sesiones de asesoría y coaching editorial, o con la contratación de los propios servicios de producción editorial.

Inexplicablemente, en el mundo de la edición digital, el auge e importancia (y cuenta de resultados) de empresas y personajes de este tipo ha crecido de manera espectacular ante el tsunami que a supuesto la irrupción a trompicones del libro digital en nuestro país. Se han colado en eventos de gran importancia para el sector (incluso alguna se ha permitido el lujo de desviar impunemente dinero destinado a la innovación en el sector para crear eventos a su medida). Este crecimiento va acompañado de la irrupción de otros actores en campos más técnicos del sector, pero esto no es el tema de este artículo.

 
En definitiva, que llevamos ya dos años totalmente perdidos en lo que a edición digital se refiere, por culpa de malas políticas editoriales frente a este fenómeno, que han comprado el discurso que les permitía gastar menos neuronas pero más dinero. En pocos años, si las editoriales siguen existiendo, nos daremos cuenta de ello, y toda la enorme inversión hecha hasta el momento habrá sido en vano, con la imagen pública por los suelos y con las cuentas de resultados en la línea de las actuales: dramáticas. Aún estamos a tiempo de cambiar las cosas, pero tenemos que frenar, poner una marcha más corta, y mirar bien por donde circulamos, y si nos podemos permitir poner la marcha atrás y empezar el camino de nuevo, debemos hacerlo, ya que tarde o temprano nos encontraremos allí queramos o no.


Mi primera Feria del libro de Madrid

escrito el 4 de junio de 2012

Temas: editorial 

 

Ayer volví de pasar el fin de semana en la capital, con la intención de visitar la Feria del libro de Madrid, a la que nunca había asistido.

 

Yo me esperaba algo parecido a las mesas que el Día del libro y la rosa inundan las ramblas desde la avenida Diagonal hasta el monumento a Colón de Barcelona. Y eso no fue lo que encontré.

 

Para empezar encontré casetas más parecidas a la feria que montan en la gran vía de Barcelona cada navidad jugueterías y artesanos. La mayoría de ellas estaban ocupadas por editoriales, cosa que en Barcelona no puede ser (sólo pueden montar chiringo de libros las librerías). Y dura más de dos semanas, no un solo, caótico y frenético día. Ah, y cierran durante el mediodía y la primera mitad de la tarde todas las casetas y chiringuitos.

 

Me gustó, mucho más que el penoso (cada año más) día de St. Jordi en Barcelona, desde el punto de vista del visitante (y/o de un comprador de libros) y desde el punto de vista del editor.

 

Centrándome en el punto de vista del editor, creo que la posibilidad de poder poner una caseta en la feria es crucial en estos tiempos. No solo por los beneficios económicos de la venta directa, sino principalmente por la posibilidad de reivindicar su trabajo y visibilizarse. De estar en contacto real con sus clientes finales, los lectores. Siempre es el autor quien tiene contacto con sus lectores/admiradores, pero el editor se ve desposeído de ese contacto, cuando es el más importante que puede tener. El trabajo de un editor no es escribir  ni vender, sino transformar lo ya escrito en algo que otro pueda vender mejor. En estos tiempos en que los grandes y nuevos agentes del sector del libro desposeen (o quieren desposeer) al editor hasta de su misma condición, esa cercanía es crucial y necesaria.

 

Por poner un ejemplo, yo buscaba un par de libros editados por Anagrama, que no encontré en ninguna de las mesas del Día del libro en Barcelona, ni en librerías. Fue en esta Feria de Madrid que hablando con uno de los que me atendieron en su caseta tuve la información que necesitaba. Pero también Anagrama se fue sabiendo que, al menos un descerebrado, esos libros tenían demanda, e igual ante la decisión de si reimprimir o no, teniendo el contacto con los lectores, se lo pueden pensar. Es cierto que todos los editores tienen un teléfono o una dirección de correo electrónico donde poder consultar, pero ya saben que para mí el contacto directo no tiene, por ahora, ningún rival.

 

Dicho esto, es evidente que hay cosas que tienen que cambiar, mi humilde opinión coincide con muchas de las cosas que se han dicho ya. Para mí no tiene ningún sentido cerrar durante el mediodía de viernes a domingo, así como no tiene ningún sentido abrir durante la mañana entre semana. Creo que se puede aprovechar para cerrar más tarde por la noche y poder hacer actividades donde todas las edades se sientan acogidos y tentados a comprar y leer libros. Y hay que reflexionar también sobre el veto a las librerías on-line. Por último me dispongo a desmontar un mito que los medios de comunicación repiten estos días: no hay igualdad alguna en las medidas de las casetas, los grandes grupos (editoriales y libreros) tienen montones de casetas que juntas hacen un escaparate enorme, y los pequeños tienen que compartir módulos individuales.

 

Feria del libro de Madrid, hasta el año que viene.


A vueltas con el ebook de Canción de hielo y fuego

escrito el 24 de mayo de 2012

Temas: editorial, libro electrónico | 6 comentarios

 

Hoy, por twitter, ha salido por enésima vez la discusión sobre los libros electrónicos de Canción de hielo y fuego, de la editorial Gigamesh de Barcelona. A raíz de ese intercambio de opiniones, que tenía un aire a resignado, José Luis Merino ( @bydiox) ha puesto negro sobre blanco y ha escrito un artículo para su sitio web titulado ¿Veremos ‘Canción de hielo y fuego’ en ebook (y legal)?, que expone el punto de vista general de la mayoría de lectores de la saga.

 

Antes de exponer mi punto de vista y mi reflexión pausada sobre el affaire, diré que yo me he leído todos los libros publicados en castellano de la saga en mi Kindle. Exceptuando Dominio de dragones (avance de 6 capítulos que regalaron el “Dia del llibre i la rosa”) que no creo que esté por ningún lado en formato electrónico (tampoco lo he buscado). Los he leído en mi Kindle por comodidad, únicamente. No busqué ahorrarme dinero (ya me he gastado unos cuantos euros en esa saga, y espero gastarme unos cuantos más cuando mi tesorería y mi contabilidad vayan más parejas).

 

También quiero enlazar la razón que esgrime el editor de Gigamesh en el foro Asshai en el hilo sobre la fecha de publicación del quinto libro en castellano: http://www.asshai.com/foro/viewtopic.php?p=527078&highlight=#527078.

 

Una vez todos presentados, empieza mi reflexión.

 

El gran mal de la mayoría de editoriales que publican en formatos electrónicos es que la edición no se ha hecho pensando en estos formatos. Vemos miles de ebooks lanzados a la venta sin más pretensión que ser una fotocopia del libro en papel, con sus criterios, aunque estos no tengan ningún sentido en un libro electrónico. No estoy hablando de libros enriquecidos ni de video-juegos con cáscara de libro, estoy hablando de los tipos  de libro que llevan siglos entre nosotros.

Desde el punto de vista de una editorial lanzar un libro electrónico “por estar” es un error. Creo firmemente que un producto debe salir en el momento que éste cumple con los requisitos de calidad e imagen que el productor considera que le describen. Y el libro ,sea éste impreso en papel o en formato electrónico, no debe ser menos.

Publicar en formato electrónico tiene que ser una consecuencia de cambios en el proceso de edición, no la causa. Y eso no es nada fácil para ningún tipo ni talla de editorial, a pesar de lo que muchos gurús quieran vendernos.

 

El gran déficit que hay en este sentido en las editoriales españolas (no conozco el sector fuera de este país) tiene como fruto una gran cantidad de libros en formato electrónico que no pasan los mínimos controles de calidad (ver mi artículo Control de calidad de libros electrónicos (para editores de todas las tallas) ). Especialmente graves me parecen algunos casos de editores que hacen de su bandera la supuesta calidad artesanal de su edición, y allí donde van así lo propagan, que después tienen a la venta libros electrónicos de calidad técnica especialmente mala, creando serias dificultades a los incautos lectores que compraron semejantes despropósitos.

 

Entrando en el tema concreto, debemos recordar qué es Gigamesh. Para empezar es una editorial, que nace con el propósito de hacer florecer libros de subgéneros como fantasía y ciencia ficción que no se publican en castellano a pesar de su público fiel (como pocos) y su gran éxito en inglés (mayoritariamente). Su existencia pasó inadvertida para muchos (en mi caso la conocía por casualidad) hasta que una de sus apuestas, Canción de hielo y fuego, empezó a tener éxito, y, a raíz de la serie de la cadena de televisión estadounidense HBO, una explosión espectacular. El reto que supuso para esa pequeña editorial hizo que en los primeros meses de esa explosión fuera muy complicado encontrar un ejemplar a la venta de esa saga. Aprendieron, mejoraron sus canales de distribución y, merecidamente, se ganaron sus miles de euros. Justo están saliendo de esta situación, con la presión de no tener a la venta el quinto libro de la saga, que hace más de un año que se publicó en inglés, a pesar de tener miles de lectores reclamándolo, cuando se plantea la cuestión del libro electrónico. Ignoro si tienen o no los derechos de publicación, aunque creo que los deben tener, si no, ya habría sacado el ebook la editorial que los tuviera.

 

¿Cómo una editorial como Gigamesh se plantearía la publicación de libros electrónicos? Según mi punto de vista hacen bien en tomárselo con calma y que Don Dinero no les haga descarrilar de su vía de política editorial, que personalmente elogio, y tomo como ejemplo en numerosos casos. Creo que deben tomar esa decisión, y que no creo que el sistema de intermediarios sea un problema, sinceramente, si no todo el proceso editorial que hay detrás. No hay que olvidar que Gigamesh es también una librería —un intermediario— y distribuye sus libros y los de otros editores —otro intermediario—.

 

Desde el punto de vista puramente monetario y/o de las ansias de los lectores, el artículo de José Luis Merino expone claramente las consecuencias. Otra cosa es que al editor le preocupe perder ventas (es difícil perder ventas de algo que no está  a la venta) de libros electrónicos, incluso que no vea clara la afectación que puede tener sobre las ventas en papel, etc., pero eso es especular.

 

Yo incluso iría más allá y plantearía una edición electrónica distinta a la del papel, explotando la virtudes del hipertexto, ampliando (y no enriqueciendo) el libro hasta un nivel no explotado aún (que, salvando las distancias, muchos esperábamos que hiciera el Pottermore). Algo que un gran editor sin más horizonte que la cuenta de resultados mensual no puede llegar a ver, pero que un editor con tiempo por delante y amor y respeto por el género y el libro puede permitirse.

 

Como dicen por mi tierra: “a poc a poc i amb bona lletra”.


Mi vida en Teresa Pàmies

escrito el 14 de marzo de 2012

Temas: vivencias | 3 comentarios

 

El título les puede llevar a un equívoco, en mi vida no se ha cruzado Teresa en persona, que yo sepa. Ayer murió, y hoy he ido conectando sucesos.

 

Para empezar, Teresa Pàmies era la escritora más conocida de mi barrio —l’Esquerra de l’Eixample, Barcelona—, y por esta razón desde la asociación de vecinas y vecinos —en la que participo de manera más o menos regular— pedimos al ayuntamiento que el nuevo centro cultural que construyó en la calle Urgell llevara su nombre. Costó mucho, pero finalmente el edificio lleva por nombre «Centre cultural Teresa Pàmies». Por razones de salud no pudo inaugurarlo ella misma. [Nota del ayuntamiento sobre la inauguración]

 

Me iré atrás, muchos años atrás, sobre mis tiernos 12 meses de vida. Mis padres buscaron en el barrio donde se compraron su piso una guardería para “aparcarme” mientras trabajaban, al tiempo que mi educación y socialización empezaba a caminar. Esa guardería —Escola Bressol o Llar d’Infants en catalán— resultó ser «El Roure», una cooperativa de padres y profesores en la calle Mallorca. Esta guardería se convirtió en pública —Escola Bressol Municipal El Roure— con el paso del tiempo, y justo este curso ha empezado en una nueva localización, en el Centre cultural Teresa Pàmies.

 

Hacemos un salto hasta mis 9 o 10 años, me pasé un verano devorando libros en la biblioteca de mi barrio —entonces solo había una—, me leía dos o tres libros en una mañana y me llevaba uno o dos más para leer por la tarde en casa, rápidamente me ventilé los libros de la sección infantil —era la biblioteca Lola Anglada, especializada en literatura infantil— y empezé con los libros para «adultos».  Esa biblioteca —ahora con otro nombre y especialización— se mudó al nuevo Centre cultural Teresa Pàmies.

 

Y mirad si es poética la vida, que he acabado trabajando entre libros, he montado una editorial con una amiga y me mudé a escasos 300 metros del centro cultural pocos días antes de su inauguración.


Los créditos de un eBook, dónde ponerlos

escrito el 7 de marzo de 2012

Temas: libro electrónico | 10 comentarios

 

Aunque parezca una cuestión menor o de baja importancia —incluso algunos me dirán que por qué me preocupo por semejantes tonterías— los créditos de un libro tienen un lugar. Están en algún lugar, y por una razón.

Pero para empezar a hablar con un mínimo de propiedad —eso que tanto escasea en la blogosfera editorial— debemos analizar varios aspectos diferenciales entre un libro en papel y un libro electrónico. Lo que nos importa para esta cuestión es la jerarquía de las páginas. En un libro en papel encuadernado —obviamos que impreso por las dos caras de cada hoja— tenemos unas páginas “fuertes” y otras “débiles”. Las “fuertes” son las páginas impares, aquellas que vemos primero cuando abrimos el libro de forma natural. Por esta razón todos los libros empiezan por la página impar, todo lo importante está en una página impar, incluso —si no hay restricciones de uso de papel— los capítulos, portadillas y partes están o empiezan siempre en una página impar. Por el otro lado tenemos las páginas pares, que quedan en un segundo término y realmente son casi invisibles si las tratamos como unidad.

Por esta razón los créditos de un libro están en una página par, normalmente en la página anterior a la primera portadilla —o portada interior—, es decir, la página 4 o 6 —insisto, normalmente— según el número de páginas de cortesía.

 

A nadie se le escapa que el título habla de libros electrónicos. Tampoco se le escapa a nadie que hablar de páginas en un libro electrónico es un tema “complicado”. Y menos aún que hablar de páginas “débiles” y “fuertes” en un libro electrónico es simplemente un sinsentido.

En un libro electrónico desaparece la jerarquía de páginas, simplemente cobra más importancia lo que está al principio del libro y tiene menos lo que está al final. Por lo tanto si ponemos los créditos siguiendo la lógica del libro impreso —a doble cara y encuadernado— les estaremos dando una importancia y una relevancia que no tienen —ni deben tener—. De hecho se puede establecer un paralelismo claro con los productos audiovisuales.

Por lo tanto solo nos queda relegarlo al final del libro, ya sea antes o después de las “notas al pie” o referencias —yo prefiero antes, tengo mis razones—. Y eso provoca que para asegurar su visibilidad a aquellos que miran los créditos —no nos engañemos, solo lo hacemos los que trabajamos en el sector— tengamos que referenciarlos en el índice o tabla de contenidos.

 

Para otra ocasión dejo el lugar que deben tener los posibles índices —si están integrados en el contenido, como pide Amazon— y otras cuestiones relacionadas —si queréis que analice algun aspecto más de este tipo no dejéis de pedirlo en los comentarios—.

 

En resumen: los créditos al final y enlazados en la tabla de contenidos.