Últimamente nos encontramos por internet multitud de quejas sobre la mala calidad técnica y tipográfica de los ebooks que se venden. Sin entrar en el debate de qué y cómo debemos exigir a los editores a cambio de nuestro dinero, estaría bien empezar a sentar las bases de qué deben hacer los editores para garantizar esa calidad. En los diferentes cursos que he dado estos últimos dos años sobre libros digitales hago hincapié en la calidad, el lector, la limpieza de código, etcétera. Incluso a niveles demasiado puristas, lo reconozco. Pero visto como evolucionan las cosas en la eclosión de la edición digital en este país (España), parece que abundan demasiado las hordas de gurús y expertos consultores que no venden más que humo.
Debemos pararnos a pensar qué controles debemos establecer antes de la publicación y puesta en venta de nuestros ebooks.
El primer control de calidad que debemos establecer es el de que el contenido es el que debe ser, en una etapa previa de la producción del eBook. Una vez producido el ebook tenemos los siguientes controles, menos centrados en el contenido y mucho más técnico y/o tipográfico:
CONTROL 1: EPUBCHECK o equivalente (hay muchos ebooks en venta que no pasan ni esta prueba imprescindible). Hace comprobaciones básicas de estructura interna. Esto debemos exigirlo a quien nos produzca el ebook.
CONTROL 2: CORRECCIÓN TIPOGRÁFICA EN ESCRITORIO, con Adobe Digital Editions y/o Kindle Preview –dependiendo del formato o formatos que pongamos a la venta–, comprobar que está todo dónde y cómo debe estar.
CONTROL 3: CORRECCIÓN TIPOGRÁFICA EN DISPOSITIVOS DE LECTURA, como mínimo en uno, aunque lo ideal es establecer una tabla con características técnicas y tener los más representativos, un Sony o un Kindle no deben faltar en esa lista.
CONTROL 4: LIMPIEZA DE CÓDIGO, como más limpio y claro sea el código –XML, HTML y CSS– del ebook menos problemas nos dará en los múltiples dispositivos a los que no tenemos acceso (pasados, presentes y futuros), y mayor facilidad de reutilización del contenido (incluso para correcciones posteriores) tendremos como editores.
De estos controles, los dos primeros son imprescindibles. No hay excusa que un editor pueda poner para saltarse esas mínimas comprobaciones, que se aseguran, como mínimo, que lo que sale a la venta es lo que quiere vender. Los otros dos controles son deseables, por orden de aparición, aunque hoy en día no conozco editor que los haga siempre (tampoco conozco muchos). Hay que pensar en la importancia de seguir los máximos controles de calidad, ya no por la imagen que damos como editores si sacamos un ebook con errores –que cada uno se aguante su vela–, sino por que nos podemos encontrar con lectores que compran el libro y no pueden leerlo en sus aparatos, aun cuando las especificaciones del mismo aseguran total compatibilidad con el formato en cuestión.
EDITO: para añadir el enlace al trabajo que ha hecho Nuria Rita Sebastián Cisneros ordenando por temas los twitts del #ebookspain del jueves 19 (en el que llegamos a ser Trending Topic #2 en España). Hablamos justamente de calidad en la producción de ebooks y allí salió parte de la idea de este artículo: http://editoraconcarrito.com/separatas/2012/01/ebookspain-calidad-ebooks/
Hace unos días se presentó en sociedad Pottermore, un sitio web que se define como una especie de Fansite sobre Harry Potter, nada más y nada menos.
Es evidente que no se queda sólo aquí. Corren ríos de tinta (o píxeles oscuros en pantallas) especulando modelos de negocio, contenidos multimedia, edición digital, etc.
Incluso se han sucedido los “hurra” por la ganada independencia de su autora frente a los malvados editoriales, lanzando esta plataforma independiente del mundo mundial.
Para empezar, esto son solo especulaciones, nada más. Pero para seguir, antes de limitarse a publicar notas de prensa de agencias que ya han demostrado su falta de periodismo (no hablo de ética, porque para mi no hay periodismo sin ética periodística, es otra cosa), los articulistas deberían, como mínimo, ver la página provisional del sitio web.
Podemos ver, para empezar, un video explicativo donde J. K. Rowling nos explica lo que va a ser Pottermore, habla que, además, va a ser la plataforma de distribución de los eBooks de Harry Potter, así como un portal que va a llenar el hueco dejado gracias a los juicios que la autora ha ganado contra todos los Fansites que los lectores han ido abriendo como setas por todo el interné.
Y poco más: un texto legal bastante bien explicado (ejemplo a seguir), la posibilidad de registrar un correo electrónico para que llenen tu buzón de entrada de spam sobre Pottermore, y una mini-faq que se supone que se irá ampliando conforme se vayan añadiendo servicios.
Esto es hoy por hoy Pottermore. Ahora deberíamos analizar que supone para el mundo editorial, que para eso estamos.
Para empezar cualquier persona se habrá fijado en el logotipo que aparece en la parte superior derecha del sitio web. El logo de SONY. En el copyright nos recuerdan el propietario de la marca Harry Potter: Warner Bros. Enterprise. Vaya, que de plataforma independiente y valentía de la autora ni sombra. Es una plataforma montada por SONY para exprimir los contenidos paralelos y digitales de Harry Potter al margen de su editorial y al margen de las miles de horas empleadas en contenidos gratuïtos que los fans habían creado y que a base de pleitos se han encargado de cerrar (que, por cierto, ahora bien controladito dejaran volver a crear, bajo sus condiciones, y me atrevo a decir que con la cesión total de los derehos a Pottermore). ¿Veis por algun lado el editorial que va a editar esos eBooks? No, porque justamente eso no va a existir. (Aquí empiezan mis especulaciones personales). Estamos ante un nuevo intento de vaciar el mundo editorial, intento que ya han empezado Apple, Sony y, sobretodo, Amazon: actuar como editores sin serlo.
El mundo editorial poco a poco se transforma en una parte más de una mega-industria multiformatos (o transmedia, o como queráis decirle) pero donde el único que pierde es el mundo editorial, empujado por unas élites directivas con cuatro o cinco MBA en cada oreja, que ya deben tener un sillón esperando en algun despacho de Amazon, Google, Sony y similares para cuando se vendan sus mega-editoriales por cuatro duros arrastrados por pérdidas millonarias inevitables.
Pottermore no es más que la visualización clara de este proceso, aprovechando el trabajo editorial que ha convertido a Harry Potter en una serie de best-sellers con su película multimillonaria detrás. Un paso más hacia el desmembramiento del sector editorial hacia el mundo acotado y controlado de los mass-trans-media, perdiendo todo valor añadido, y demostrando, de facto, la inutilidad del mantenimiento de editores que editan como fabricarian cajas de zapatos, de libreros que venden libros como si fueran esos zapatos, de distribuidores que distribuyen como si fueran palés de zapatos, preimpresores que componen como si compusieran instrucciones de medicamentos, etc.
Si el mundo editorial, poco a poco (aunque demasiado rápido) deja de dar valor añadido a su trabajo, cualquier alienígena puede hacerlo, más barato, y con todo un entramado comercial mucho más desarrollado.
Y dejo el desarrollo de estas ideas para otro artículo, que solo quería hablar de Pottermore y la poca utilizacion de neuronas que está copando al articulismo expertólogo español sobre el dichoso portal.
Cada vez que alguien me pregunta de qué trabajo, se me hace difícil explicarlo para que mi interrogador/a se haga una idea más o menos certera de ello. ¿Yo “hago” libros electrónicos? pues si, y no. No escribo el libro, pero si no hago lo que hago, el libro no se puede leer en un soporte “digital”. ¿Y un PDF no se puede leer? Pues si, y no. Un PDF no es más que un archivo para imprimir, leer una página pensada para imprimir en un A4 en una pantalla de 6 pulgadas, como que igual se puede leer, pero no es leer. ¿Qué hago yo? Pues compongo el libro para que pueda ser legible en diferentes dispositivos lectores. ¿Cómo? ¿Componer un libro?. Pues si, los libros se componen, siempre se han compuesto, insisto: siempre. Y de esa profesión desde los tiempos de los tiempos (bueno desde Gutemberg), se ha llamado la profesión de tipógrafo o tipógrafa (que hoy en día se confunde con diseñador/a de tipos de letra, pero no lo es). Yo mismo me he propuesto bautizar mi profesión, y la más descriptiva, de mi trabajo y mi manera de trabajar, es la de “Tipógrafo Digital”.
Este artículo lo escribo en respuesta a éste otro en Actualidad Editorial (Diseñador de libros digitales ¿una nueva profesión?), donde se preguntan sobre una nueva profesión, la de diseñador de ebooks. No voy a entrar a rebatir los puntos que me parecen incorrectos, o poco profundos, o directamente desviados (algunos de ellos me los tomo como erratas como hablar de CS5, suponiendo que quieren hablar de CSS).
Quiero que sirva este artículo también para ayudar a aquellos que realmente quieren dedicarse a ésta ingrata y desagradecida profesión (siempre lo ha sido), aplicable también al libro impreso en papel.
Yo soy diseñador gráfico, aunque eso poco más que la curiosidad me ha servido para ser tipógrafo (bueno y algo de conocimientos básicos sobre tipografía que todo diseñador debe tener). Siempre tuve curiosidad por el diseño de los libros, su maqueta, la compaginación, la tipografía más clásica, etc. Y eso me llevó a usar algunos hilos para contactar con uno de los tipógrafos más importantes en el mundo editorial de Barcelona (aunque os dijera el nombre no lo conoceríais, los tipógrafos son héroes anónimos y silenciosos detrás de nombres setenteros de sociedades en una línea escondida entre las marañas del copyright en los créditos de los libros, eso si lo ponen). Después de unos días de conversación, donde hablamos de muchas cosas, también de los libros y la tipografía, acordamos que me haría de profesor desinteresadamente y me dejó unos 7 u 8 libros muy gordos para que estudiase, nos veríamos cada dos semanas aproximadamente para comentar los libros (bueno, su contenido, claro). Estos libros eran (son) ediciones de los años setenta, el más nuevo del 1974. Cómo podéis suponer no habla de ordenadores, ni impresión digital, ni ninguna de las herramientas (tanto de hardware como software) que tenemos a nuestro alrededor, pero son imprescindibles para ser tipógrafo, dos de ellos de manera importante (bueno es un libro en dos tomos). Más adelante os diré cual.
Primero quiero definir lo que es un tipógrafo, que formación necesita, que supone ser un profesional de la tipografía. Antes quiero aclarar que el término tipógrafo viene de los tiempos en que el método de composición e impresión de los libros impresos era la tipografía, aunque ya no se usa, después se usaron muchas otras técnicas pasando por la fotocomposición, igual la más famosa por sus avances notables.
Un tipógrafo es aquel que hace que el texto, que alguien ha escrito, y que alguien ha editado, sea algo que se pueda leer. La legibilidad del texto no es nada trivial, el interletraje, interlineado, el tipo de letra, los márgenes de página, la construcción de los párrafos, incluso intervienen aspectos del papel y la encuadernación, que son un mundo del que nunca dejas de aprender.
La formación que necesita alguien para convertirse en tipógrafo, sea digital, en papel, o de ambos soportes a la vez, es justamente esa: tipografía. Y no me refiero a las clases de tipografía orientadas a los diseñadores gráficos. Me refiero a tipografía para la composición de libros. De eso no dan clases en ningún lado, hace muchos (más de 30) años que no se publica nada (o casi nada), y pocos profesionales quedan con ganas de transmitir sus conocimientos y experiencia. Otra cosa son las herramientas, cada vez más software que hardware, que un tipógrafo usa o necesita para poder hacer su trabajo, no debemos confundir nunca herramientas con la base de nuestro conocimiento. En el mundo del diseño gráfico estamos cansados de ver auto-proclamados diseñadores por haber hecho un curso de Photoshop, Dreamweaver u otro programa, cuando desconocen lo que es el diseño, el diseño gráfico, y la cantidad de conocimiento teórico que hay detrás. A parte de lo poco práctico que es basar el conocimiento de uno en una herramienta de trabajo, puesto que el día que le falte esa herramienta, se queda sin conocimiento útil.
Una vez se tiene la base de conocimiento tipográfico en composición de libros, hace falta entrar en una vorágine interminable y constante de búsqueda de aquellas herramientas que nos sirven para hacer nuestro trabajo, que cambian de manera cada vez más constante. Al principio un tipógrafo usaba tipos móviles, que fue perfeccionando con la aparición de las diferentes tecnologías de plomo, hasta la fotocomposición, los primeros ordenadores y sus programas de composición hasta los días que vivimos que hacemos lo mismo con el ordenador, con mejoras cada vez más insustanciales para la composición de libros clásicos, pero que nos ayudan a componer revistas y otros productos editoriales en forma de libro.
Un profesional de la tipografía es aquel que sabe solucionar el problema de hacer de un texto escrito, un texto legible, y para ello utiliza una serie de herramientas que conoce y sabe utilizar. Hace varios decenios que éstos están desapareciendo, por muchos factores, y su trabajo se ha dejado de hacer. Hoy en día no encontramos (cuesta bastante) encontrar libros que estén compuestos como los de hace 40 años, con unas composiciones impecables, legibles, usables, cómodas y hasta bonitas (aunque esta belleza sea seguramente una deformación profesional de los que nos dedicamos a ello). Esto pasa por muchos factores, no jugaré la carta del “intrusismo” porque me parece una visión muy victimista. Hemos dejado que los libros los componga un impresor, un diseñador gráfico, incluso un redactor, que ha hecho un curso de InDesign, Page Maker o QuarkXpress y se piensa que sabe componer un libro (maquetar le dicen, maquetar es hacer una maqueta, no componer en ella…) sin entender todo lo que supone la composición de un libro (sea éste un libro de texto, ilustrado, revista…). La cantidad de libros mal compuestos es escandalosa, llega al 80% de nuevas publicaciones, y va subiendo, lo más grave es que el ahorro de que no componga en libro un tipógrafo es mínimo, con lo cual no podemos más que recordar nuestra existencia, e insistir en nuestro factor diferencial: la calidad de la composición.
Hoy en día un tipógrafo se encuentra un reto importante, ya que hasta ahora siempre había un soporte claro de su trabajo: el papel impreso. Y ahora se encuentra que su trabajo tiene que ser compatible con otros soportes, cada cual con sus propias especificidades, restricciones, añadidos, medidas, etc.
Pero es el tipógrafo el que tiene los conocimientos necesarios para afrontarlo, sólo tiene que encontrar aquellas herramientas que le permitan hacer el trabajo con la máxima calidad con las enormes restricciones que suponen los nuevos soportes, y añadir a su conocimiento la inserción de nuevos elementos ajenos hasta ahora del mundo del libro: el audio y el video. Su trabajo es el mismo, la composición del libro, sólo cambia el soporte, y las herramientas que tiene que utilizar. Este cambio nos puede parecer único en la historia, pero la verdad es que el paso del plomo a la fotocomposición fue mucho más traumático y se llevó por delante una parte muy importante de los tipógrafos que no quisieron o no supieron encontrar la manera de utilizar esa nueva herramienta revolucionaria que facilitaba tanto una parte de su trabajo. Estamos en una situación parecida, en la que los tipógrafos buscan con esperanza una manera de reciclar sus herramientas actuales para este nuevo soporte, pero no existe. Cabe decir que esas herramientas (algunas de ellas) se pueden utilizar, pero con ello estamos obteniendo unos resultados fruto de esa incomprensión al cambio, pobres, de mala calidad y que solo pueden utilizarse bajo un paraguas de amateurismo que, en muchos casos, no desentona con la bajada de calidad creciente de la composición de los libros impresos en papel.
Y os diréis: ¡Joder, Jaume! ¡Perdónanos la vida! ¡También queremos ser tipógrafos digitales! ¡Suelta la información!
Y yo os respondo: buscad este libro en dos tomos (en librerías de viejo, buscad en www.iberlibros.com, por ejemplo), leedlos, repasadlos, practicad con un montón de papeles…
… y si acaso después ya podéis estudiar las nuevas herramientas que vais a necesitar para componer libros digitales, que no son más que las siguientes:
Nada más y nada menos, después de eso tendrás que buscar un software que te sea cómodo para componer usando estas tecnologías, pero eso es algo personal, como la marca del bolígrafo, el color de la tinta de la pluma estilográfica o la dureza de la mina del lápiz. Cabe recordar que para sacar todo el jugo a HTML5 necesitamos de un lenguaje de script cono Javascript.
Sólo añadir que no entra en las responsabilidades de un tipógrafo el trato de los metadatos, si no que es un trabajo del editor, aunque no está de más investigar, puesto que los editores no cumplen generalmente con todas sus responsabilidades (yo haciendo amigos, claro que si).
Posteo aquí la entrevista que me hizo Juan Luis Chulilla para su blog Tinta-e a raíz de unos comentarios que intercambiamos en el blog Kindle Man. La podéis leer, con más comentarios y con participación de sus lectores, partida en dos en: Entrevista a Jaume Balmes (1) y Entrevista a Jaume Balmes (2).
1) ¿Es mucho más sencillo generar un libro-e desde cero que “remontar” o “desmontar” un libro-p hacia libro-e? Entiendo que sí, por lo que comentas, pero me gustaría que abundaras en este sentido.
Desmontar un libro-p no tiene excesiva dificultad, con un “pero”. Paradójicamente es mucho más sencillo y limpio des de Quark que des de ID, por una simple razón, que parece una tontería, pero en el procesado y limpieza del HTML te ahora MUCHÍSIMO trabajo: en Quark puedes definir las cursivas y tipos bold “falsamente”, es decir, no como un estilo o una tipografía, si no como una propiedad del carácter, cosa que al traducir en HTML tienes unas bonitas etiquetas <em> y <strong>, en vez de un estilo CSS (<span class=”cursiva”>, por ejemplo). Esta tontería ayuda mucho a limpiar estilos inútiles en el HTML fácilmente. Des de el ID eso no es así, y por lo tanto definir cada cursiva es definir una clase CSS concreta. Tengo que decir que estoy hablando de fondo editorial antiguo, con los vicios cogidos del papel. Me refiero que es más sencillo empezar desde cero, pero desmontando el archivo abierto del libro-p, ya que los Word iniciales no se pueden usar, ya que carecen de las correcciones de estilo, ortográficas y tipográficas. Lo que cuesta mucho más es limpiar un .epub hecho con ID en base a un libro-p, pensado y compuesto sólo para libro-p.
2) (dependiendo de la contestación a (1)): ¿Es mejor generar el PDF y de ahí el epub desde indesign, o lleva menos esfuerzo generar un epub desde el texto previo?
Te he respondido en la anterior. Seria muchísimo más fácil partir de un Word/ODT/RTF… pero no se puede usar al carecer de todas la correcciones posteriores a la composición. Te ahorras una buena limpieza de estilos.
3) Bajo tu criterio, ¿Hay mucha diferencia de coste entre maquetar un libro-p y un libro-e?
En el tema de los costes creo que no se puede establecer un paralelismo del coste de un mismo libro en papel y el ebook. Por norma general es más barato, pero un elemento tan tonto como las versalitas, que se pueden estilizar relativamente fácilmente en un libro-p, en un libro-e es un drama (el CSS de epub no acepta el atributo “smallcaps”). O sea que si es un libro con muchas versalitas, el libro-p puede salir más caro. Hay más ejemplos tontos que son un quebradero de cabeza para la composición de libros-e, por cuestiones que no se entienden (¿¿¿tanto cuesta actualizar el formato???).
4) ¿Podrías desarrollar lo que comentas en el comentario a RFOG sobre los resultados de InDesign para generar ePub?
Con el tema de los resultados del ID, sé que mucha gente no está de acuerdo conmigo, pero sigo defendiendo mi postura. Un libro salido de ID NO se puede (ni se debería) vender. Sé que en el sector de la composición de libros, acostumbrados a herramientas transparentes muy buenas, no quiere actualizarse a maquetar código, pero la calidad que los clientes se merecen lo necesita. Tocar el código es imprescindible, y hay muchos casos en que arreglar un XHTML (y el CSS, aunque se puede incorporar desde ID uno ya existente que lo evita) generado por ID es peor que sacar el texto con el mínimo formato y liarse con el XHTML. Sé que mi posición es un poco maníaca por que estoy obsesionado con que el código esté lo mas limpio posible (los que probéis vuestros epub con los Sony Reader sabréis lo que es no entender que pasa y remirarte el código, el tamaño de cada archivo, etc…), pero creo que eso te da la tranquilidad de que tu epub se va a leer en todos los dispositivos que lean ese formato.
5) ¿Qué te parecen los productos libres para generar y editar epubs, calibre y sigil?
A priori soy un defensor a ultranza del SL, yo estuve muchos años trabajando con GNU/Linux únicamente hasta que descubrí Mac OS X y vi que me podía olvidar de la informática de una vez por todas, y usar el ordenador como herramienta de trabajo y ocio sin preocupaciones (el Windows lo dejé de usar a los 16 años, pasando a usar Red Hat 7.3 si no recuerdo mal, y posteriormente Debian Potato, qué tiempos). Igualmente uso habitualmente OpenOffice.org (aunque tiene que mejorar mucho aún…) y otras herramientas de SL (incluso he donado bastante dinero, para mi modestísima economía, en proyectos diferentes de SL). Dicho esto, prefiero esperar a que Tanto Calibre como Sigil tengan versiones realmente estables (cuando tengan la versión 1.0) para emitir un veredicto. Hoy en día no son más que una pérdida de tiempo en lo que es la edición (¡¡¡y las constantes actualizaciones del Calibre me tienen de los nervios!!!). El Calibre puede ser útil como herramienta de conversión de formatos, pero nunca se puede usar en un entorno profesional sin el consiguiente control de limpieza de código posterior. En cualquier caso, la iniciativa es muy buena en ambos programas, y facilitará mucho la autoedición a nivel particular de documentos para leer en un lector-e. Y espero que realmente en algún momento, alguna empresa con dinero apueste por desarrollar ambos programas (considero un mito que sólo la comunidad puede hacer programas libres realmente funcionales más allá de un carácter de ocio y “frikismo”, todos los buenos programas de SL tienen una empresa multimillonaria detrás).
6) ¿Qué solución te parece la más apropiada en estos momentos, InDesign, Sigil o liarte con el editor de texto como los valientes?
Aquí te diré que depende. Profesionalmente me encuentro con el 90% de los libros-p que tengo que componer en libro-e en formato Quark, de manera que sólo me queda el código. Pero como he comentado antes, un ID no es tan fácil de desmontar, así que depende su complejidad puede salir mejor exportar un epub sin estilos (vaya, los suficientes como para no perder las cursivas y negritas) y empezar de cero, sabiendo que tienes dos formatos, como mínimo, ya definidos. Pero también puede interesar, en el caso de las notas al pie, conservar el enlace (entre llamada y nota) que se exporta correctamente des de el ID, incluso si la TOC es muy larga, y después arreglar el formato de las llamadas y las notas a pelo. El Sigil, por lo dicho antes, lo descarto, de momento, para entornos de producción.
7) ¿Puedes desarrollar lo que comentas sobre la necesidad de retocar imágenes y mapas?
A ver, el tema de las imágenes. Yo soy diseñador, me es natural el pensar cómo se va a ver una imagen en una pantalla (de ordenador, teléfono, netbook, etc…) o en papel (y sus diferentes acabados). Sólo hace falta añadir al esquema las pantallas de resolución “rara” que tienen los lectores-e, eso quiere decir que el grano es muy grande, que no tienes “antialiasing”, que los niveles de gris son muy limitados, etc… Y se trata de que la imagen se vea en todo tipo de dispositivos que leen epubs. Desde lectores-e de hace tres años, hasta la súper pantalla (en términos de resolución y calidad de imagen, comparado con los lectores-e) de un iPad. Eso implica que tienes que retocar contrastes, pensar que las líneas finas desaparecerán (por lo tanto hacerlas más gruesas), etc. Y en el caso de los mapas, sobre todo hay líneas muy finas, se añaden muchas tipografías, y muchos tamaños. En muchos casos se tienen que hacer desde cero, renunciando a muchos topónimos (al hacer más grande la letra, no caben), doblando el tamaño de las líneas, e incluso partiéndolo en diferentes páginas (solución que odio, pero que piden).
8) ¿Por qué los editores piden ediciones y modificaciones que los ereaders actuales no pueden renderizar? ¿Me he equivocado al interpretar esa parte de tu mensaje?
Siguiendo con lo anterior, muchas veces, por coste, no se rehacen los mapas, y simplemente se aumenta ligeramente el contraste y se intenta “engordar” las líneas de algún modo sencillo. Eso hace que, en un iPad lo veas decentemente, pero en un lector-e no veas nada en absoluto. Esto no te lo hace el ID, tienes que hacerlo a parte, en todos los casos. Lo más fácil suelen ser las fotografías en b/n, sólo aumentando el contraste suele quedar un resultado muy bueno para todos los dispositivos.
Como comentario de todas mis respuestas, tengo que decir que se basan mayoritariamente en la composición de libros-e desde libros-p que NO han sido compuestos pensando en que en algún momento existirán los libros-e. Muchas de las dificultades que me encuentro en el día a día pueden minimizarse si la composición está pensada des de un inicio para salir en “p” y en “e”. También las buenas artes del taller que haya compuesto el libro-p. Me he encontrado libros que han doblado su precio sólo por tener preparar el Quark para la exportación, sin errores, del texto con formato (para hacer el epub desde cero).
Más allá de tu mensaje, un par de preguntas más:
1) Si el libro-e está correctamente maquetado y se renderiza fluido en un ereader, ¿Crees que los usuarios perciben el valor añadido en una maquetación más elaborada?
Te digo que percibir lo perciben. La cuestión sería si lo valoran. La verdad es que esto pasa como los libros-p, si está compuesto sin ganas, sin criterio, leer se lee igual, pero la experiencia no es la misma, hay razones para cada tamaño (relativo, claro) de tipografía, de los márgenes, sangrías y justificaciones diferentes. Habrá quien les da igual, y habrá quien no. Y a los que “no” tienes que ofrecerles un producto pensado y de calidad, puesto que son, al fin y al cabo, los que valorarán el trabajo que tu haces, que el editor hace, puesto que el contenido lo hace el autor, tu (mi) trabajo es hacer que a ese contenido se le añada una experiencia de usuario lo mejor posible, de rebuscar en las limitaciones del formato las posibilidades que tienes de hacerlo un producto mejor. Seguramente soy el único en el mundo, pero los epubs que me descargo de Internet y me apetece leer a gusto, me los recompongo a mi gusto.
2) ¿Qué futuro ves a Libranda y al libro-e en España durante 2011? (es una pregunta amplia aposta, claro :) )
Ufff, Libranda. A ver, al contrario de lo que mucha gente dice, creo que Libranda ha llegado para quedarse. Otra cosa es que los editoriales que lo forman, consigan librarse (de Libranda, que paralelismo poético…) de los contratos que han firmado. Se tiene que valorar el hecho que exista, pues hasta Libranda los que había era mucho peor, de peor calidad y más asfixiante para las editoriales. En cualquier caso sólo va a tener beneficios reales para los grandes editores, que lo fundaron. Para el resto no creo que les interese. En España el libro-e empieza el 2011. Ahora leemos (y compramos) libros-e unos pocos frikis, aunque mucha gente debe tener lectores-e en algún cajón. Veremos cómo responden los pequeños editores, veremos que harán los medianos que se han apuntado a Libranda, y veremos cómo Libranda se maneja con Apple, con Google y con Amazon. Y veremos si, por fin, no pagamos el doble que el resto del mundo por los lectores-e.
3) Se están comprando ereaders de forma creciente. ¿Crees que las editoriales están respondiendo adecuadamente al crecimiento del parque de ereaders?
Simplemente: NO. 1500 libros es poquísimo en libro-e para los millones de libros-p que tienen los grandes editores. Pero no creo que sea su culpa, el sector no está preparado y eso ha hecho entrar ingentes cantidades de alienígenas al sector. Me explico, el 95% (por ahí) de libros-e los están haciendo empresas de…. ¡informática!, y los talleres de composición están en estado vegetativo al respecto del libro-e, cosa que a medio término les afectará en su trabajo también con los libros-p. Entre eso y algunos que se han puesto a hacer epubs de mala calidad por la poca competencia a precios abusivos (incluso algunos informáticos), los editoriales han ido a buscar acuerdos de precios por volumen a empresas que les garantizan una cantidad, aunque ninguna calidad. No se les puede reprochar, los talleres de composición no pueden asumir tal cantidad enorme de trabajo, y si algo saben hacer las grandes consultorías de informática es canibalizar cualquier sector que suene a “eso se hace con un ordenador”, por precios irrisorios a base de hacer churros, como churros. Pero incluso así el ritmo es muy lento por otro factor: los derechos de edición en formato electrónico. Calculo que debe haber el doble o más de epubs esperando en los servidores de los editoriales a obtener finalmente los derechos para poderlos vender, incluso se ha tirado atrás muchos pedidos por ese motivo. Los autores (y sus agentes principalmente) están a la espera de cómo evoluciona (y que porcentaje se pueden llevar), pero a la vez están obstaculizando su desarrollo. Es absurdo, pero es así. No creo que la culpa sea de los editoriales, plenamente, si no del sector en general (desde los talleres de composición de libros hasta los agentes literarios, incluso algunos autores).
4) Por último (para no abusar), ¿Crees que Amazon se puede comer algún colín en España?
El tema de Amazon es peculiar. Además aquí hay actuaciones contradictorias al respecto con los mismos grupos editoriales en diferentes países. En los USA pueden estar en Amazon forrándose, a la vez que en España son reticentes a ello. Creo que la legislación al respecto del precio único perjudica su modelo de negocio, de hecho perjudica a todo el sector, excepto a los muy grandes. Pero no se que creer, Amazon me da miedo, igual que Google (puestos a elegir, el menos malo sigue siendo Libranda). Y la entrada de otros alienígenas, en este caso las empresas de telecomunicaciones, da mucho miedo. Pero la verdad es que tienen la oportunidad de hacerse de oro si lo hacen bien.
La reflexión final sería:
¿Vamos a dejar que los errores que cometemos dentro del sector editorial haga que el negocio se vaya fuera del sector?
Recientemente hemos visto algunos ejemplos de los desastres que pueden ocurrir en el mundo editorial, y nos ponemos fácilmente a criticar a los profesionales sin saber tan siquiera dónde, en que momento o en que eslabón de la cadena ha ocurrido el error.
Me refiero principalmente al error que tuvo el último libro de Ken Follet en su versión en catalán, que salió al mercado sin dos capítulos, y fueron los libreros los que avisaron al editorial justo el día de su salida al mercado mundial (salía en todo el mundo a la vez). Pero tiene otras consecuencias mucho más graves, puesto que este sistema requiere de profesionales de la logística que con este ritmo de trabajo ponen en riesgo su vida al volante o al manillar. Y es el reciente accidente muy grave de uno de ellos (que no conocía directamente, pero trabaja para uno de mis clientes) lo que me ha motivado para escribir esta reflexión, que todo el sector tendría que hacer por el bien de los lectores y las lectoras, y por la salud de los y las que trabajamos en este sector.
Vivimos en un mundo donde sea la empresa que sea, especialmente las grandes, estamos cautivos de los departamentos de márqueting, que por su propia especialización y formación, poco saben de los procesos y flujos de trabajo globales del producto en cuestión. Los tempos de trabajo se ajustan poco, o nada a la realidad, ni a lo que se necesita para garantizar unos productos y/o servicios de calidad. Y con eso nos encontramos que es un riesgo comprar las primeras ediciones de cualquier libro editado en España (desconozco el sector fuera), por el número de errores, incluso una segunda puede ser arriesgada si no ha pasado un tiempo prudencial (muchas veces es una simple reimpresión, incluso puede estar preparada a la vez que la primera). Las fechas, los “timings”, se preparan de antemano (como es normal), pero se necesita la adecuación que se crea conveniente y su reprogramación constante, puesto que un libro no es un trabajo en serie, ni se puede hacer. Dependen muchos factores, análisis, opiniones, reopiniones, cambios, correcciones, filtros, etc… que hacen que sea casi imposible cumplir la planificación inicial, puesto que es imposible saber cuando el editor, el corrector, el autor, el agente, el compositor, el maquetador, el diseñador (y sus variantes femeninas)… darán el ok definitivo al contenido de su trabajo, y en un sector con tantos egos supremos aún menos, pues puede acabar siendo una batalla entre corrector y autor, entre diseñador y editor, entre compositor y redactor, y aquí nadie da el brazo a torcer (como es normal cada cual sabe de su trabajo más que el resto). Pero en la práctica estas reprogramaciones no se pueden hacer, márqueting ya ha lanzado toda su máquina publicitaria para una fecha, y un retraso es algo impensable (en los editoriales macro y grandes). Así tenemos estos casos, que nadie se dio cuenta que faltaban dos capítulos en un libro, cuando el mismo en castellano si que los tenía, el tempo apretaba, se hizo la traducción y la corrección a partes y nadie tenia una noción completa del libro. Lo extraño es que no hubiera pasado antes (y podría haber pasado en cualquier otro editorial), especialmente en un libro con fecha de lanzamiento mundial (todos los países y lenguas a la vez en todo el mundo) y la versión en catalán que siempre va después que en castellano. Y sobretodo tenemos que pensar en los trabajadores que asumen (a veces con su puesto de trabajo, cuando menos en reprimendas, ya sean de sus superiores, como de su autoexigencia) esos errores, aún trabajando al límite tienen que oír y leer de todo sobre su trabajo, especialmente de personas que no podrían ni sabrían hacer ni la mitad en el doble de tiempo.
Hay otros editoriales, pequeños, nanométricos, que no tienen departamento de márqueting, y es una suerte si el editor puede vivir de ello, que viven a otros ritmos, las cosas están cuando están. Hasta que no está acabada la corrección, o la traducción, no se empieza el paso siguiente, ni se programa. Pero cómo podéis suponer ni la cantidad de personal, ni su facturación, ni su catálogo los hacen relevantes en la cadena de producción editorial.
¿Pero qué es un libro? ¿Qué se merece el lector? A mi juicio un libro poco tiene que ver con esas prisas de las que hablo, su lectura es algo placentero, pausado, relajado, reflexivo, etc. ¿Por qué no puede serlo su producción? ¿Tanto se pierde si sale unos días o unas semanas más tarde? ¿Vale la pena sacrificar la salud de los profesionales de este sector, y por consecuencia la calidad de los libros por esos días o semanas de menos?
¿Que creéis?